Anguiano era antes un pueblo
grande, lleno de juventud, donde los nacimientos ganaban por goleada a las
defunciones.
Las Hermanas Hernández Ortega |
La emigración
empezó a principios del siglo pasado y se convirtió en chorro a partir de los
años 50.
Todo el mundo abandonaba el barco
en busca de futuro y prosperidad. Algunos se quedaron cerquita, en Nájera;
otros, muchos se fueron a Madrid, País Vasco y, sobre
todo, Cataluña.
Y otros muchos daban el salto hacia el Nuevo
Mundo.
Empezaba yéndose uno, seguramente
el mayor, y detrás iban los demás.
La familia de mi padre se fue a
Miranda, a Madrid, a Barcelona.
La hermana mayor de mi madre
marchó a Argentina. Mis abuelos, sus padres, no llegaron nunca a superarlo. Nos
llegaban unas cartas larguísimas en papel de avión,
todos los meses. Qué diferencia ahora, con la facilidad para coger aviones o
comunicarnos a través de internet. Las demás fueron a Barcelona. Y la mayoría
se quedaron allí.
Por eso el pueblo, ahora, esta
casi vacío, si no fuera por el asilo.
Pero, majos, los veranos son otra cosa. Los que
se fueron vuelven con hijos y nietos y esto es un hervidero.
Mi tío Marcos, de Nieva de Cameros, el año que marchó a Argentina |
Mi madre, mi tía Neri y Cristina, hermana de Benjamín, en Canales de la Sierra |
Mis padres en Barcelona |
Mis tíos Marcos y Angelina en la tienda que tuvieron en Buenos Aires. |
Mi tía Angelina en Anguiano el año que se fue a Buenos Aires |
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