lunes, 15 de febrero de 2016

La huerta


No somos gente de campo. Sí somos de pueblo, pero no de campo. Nunca hemos tenido tierras. Sólo en las uñas cuando jugábamos. En los pueblos de la sierra siempre había algo de alubias, berzas, puerros, pero poco más.

Cuando mi padre se jubiló se encontró con mucho tiempo y con ganas de hacer algo. Así que compró la huerta. Mejor idea imposible. A él le mantiene activo de cuerpo y mente, y a nosotros nos proporciona un surtido hortícola mejor que en Frutas Díez.
La verdad es que con una pequeña parte que sembrara o plantara, sería suficiente. Pero le gusta regalar a sus hermanos y cuñados. Y a sus amigos. Y a quien le debe un favor.
Mis tíos y primos marchan a Barcelona con el coche repleto de tomates, pimientos, remolachas, guindillas... yo creo que alguna vez se han dejado un hijo para poder llevarse más cosas.
Al principio tuvo que preguntar, porque ya he dicho que de estas cosas no sabía mucho, lo justo. Pero hoy en día es un hortelano de primera, con unas cosechas abundantes y buenísimas.
La huerta se ha convertido además en un lugar de pasarlo bien tanto mis padres como todos los demás. Que se lo pregunten si no a los nietos.

Mi tío Benja y él bajaban todos los días desde Anguiano, en verano, a coger tomates, acelga, alubia verde...Ni te cuento lo que se van a echar de menos.







1 comentario:

  1. Y tanto que le va a echar de menos este verano....
    Vaya ratos mas buenos en la huertita

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